"Por el camino verde"
"de camino verde"
"que va a la ermita"
"camino verdeeee..."
-Sancho, si esa hierba verde tiene oídos, sin duda, le cambiareis la letra, de haberla convertido en amarillenta y seca en vuestro estribillo.
-Mi señor, queda claro que, ni me den premios rancios, pero que a falta de goma de mascar, tarareo lejos de un jurado que, siempre será mejor pisar huevos con zapatos, que descalzos.
-Si es por falta de calzado, con que en intenciones pongáis cuidado, daros por perdonado, que de premeditados y alevosías llenas están las estanterías.
Siguiendo la linea de playa, fueron a parar a un restaurante en los limites de Murcia con Alicante, que dicho restaurante se llamaba "R. La Pradera" pararon allí, el aspecto rústico de la última aventura seguía, más cuando la linea de vida que este par de aventureros, en el tiempo leían temperaturas.
-Que bien huelen mis narices que, me dicen que no sean perdices, sino cordero asado con guarnición, patatas y bien adornado.
-Sancho, no os niego, sino afirmo que finos estáis en olores y de gustaciones. Hagamos un alto en el camino y, entremos en esta posada, repongamos fuerzas y alientos, pues como dijo el poeta, andando se hacen los caminos.
Dejando atados a sus rocines a dos ruedas de carreta de adorno en la entrada, más siendo hora de medio día, el dueño del local los recibía.
-¡Los que faltaban! pasen y sienten se como en su casa.
-¡Buenos días tengan vuestras mercedes! en esta humilde posada, queremos tomar un bocado, para coger unas agradecidas calorías y seguir caminando, pues dios es agradecido con quien es sirviente de, quien arregla entuertos, dolores de cabeza y, otras fiebres.
A Sancho, la boca se le hacia agua.
-Eso, eso, de que a caballo regalado, no se le mira el diente.
Y, añade el restaurador.
-Miren, es temporada baja y, como veo que son actores en paro buscando promoción, les invito para que hablen bien de este sitio. Les sirvo cordero asado y una ensalada ilustrada.
El dueño del restaurante, presumiendo que eran dos actores en paro, haciendo muy bien su papel pensó que, quien mejor para hacerle propaganda en todos los lugares de España. Justo enfrente de la mesa de estos dos caballeros invitados colgaba de la pared un lienzo, la figura de un señor caminando descalzo con sombrero de paja y, sobre el hombro sujetaba una caña, de cuyo extremo colgaba un hatillo o bolsa de escasas pertenencias. Don Quijote no le quitaba ojo.
-Sancho, ahí en ese lienzo hay un caminante, buscando la dicha de la vida.
-Mi señor, descalzo andando, más que la dicha, los pies le encuentren las heridas.
-¡No! ¡miren! este lienzo, me lo regalo un bohemio que pasó por aquí y yo a cambio le regalé una buena cena.
Acabada la comida, Rocinante y su compañero hicieron buen acopio de macetas y, demás jardinería que, dicho restaurador no se percataba en ese instante, despidiendo a este par de aventureros. Metidos en tierras de Alicante.
-Mi señor, destas tierras son las de los turrones de Jijona.
-Si, Sancho, además de juguetes para niños, sobre todo el calzado, para que en él, las almas tengan descanso.
Llegaron asta el pueblo de Elda, entrando por la Avenida de Ronda, ya en la Plaza Mayor, Don Quijote se dirigió hacia un grupo de hombres que fumaban como descosidos.
-¡A la paz de dios sea con ustedes! ¡bendita sea esta plaza que os abriga y contempla!
-Buenas, las tengan ustedes tambien.
No era celebración de moros y cristianos, pero resultó curioso que el caballero hidalgo con su escudero apareciese por allí.
-Buena hermandad presumo de todos ustedes aquí reunidos, no siendo fiestas de guardar ni domingo.
-Si, somos buena hermandad, pero en paro después de haber trabajado en el calzado.
-Ahora lo entiendo Sancho.
Y, como si se tratase de un mitin de campaña electoral, Don Quijote les dice en medio de la plaza.
-¡A, los desta Plaza bella, aquí reunidos! ¡yo os digo que el mundo entero arrojó sus zapatos al fantasma calavera, zapatos de cuyo peso han soportado las ingratas injusticias y presiones que, se ha preferido andar descalzos como niños, para ver el día claro de nuestra inocencia, pero las heridas producidas en ese caminar, en el horizonte se divisa el color púrpura de una esperanza de ungüentos bálsamos.
Unos, decían bravo, otros reían, otros con hipotecas hasta las orejas hacían amagos de soltarse los zapatos y lanzárselos, pero solo en intentos se quedarón. Lejos de aquel lugar.
-Mi señor, si de la hierba verde que se quede amarillenta y seca de cantarle mal, la del color púrpura ¿le pasará igual?
Con el entrecejo fruncido, a Don Quijote mutismo total.
-Bueno, yo, por si las moscas de vuelan, me pido zapatos de gamuza azul.