Tras una noche fría y larga de tecleo de un piano figurado, nuestro caballero hidalgo se encuentra acompañado por una familia de gitanos que al parecer, tenían por costumbre de alojarse en aquella nave abandonada y vieja para pasar el frío invierno, después de haber correteado parte de España en las vendimias, recolección de patatas, fresas y otras frutas frescas. Una vieja furgoneta ligeramente acomodada, herramienta de esta familia de un matrimonio patriarcal de una cincuentena de años cada uno, con sus dos hijas y sus correspondientes maridos. Sumándole cinco nietos a estos patriarcales abuelos. D. Quijote al verse invadido aquel espacio, siente curiosidad y pregunta.
-Bien venidos sean a esta morada espaciosa, grande familia de singular niños, padres y escudería que dan nombre los abuelos. ¿Y, qué les trae por aquí?
-¿Y, Quien eres tú payo? ¿Que haces aquí en nuestro albergue de invierno?
-Yo soy, el caballero de la triste figura, el resolvedor de todos los entuertos encontrados que, la divina providencia pone en mi camino. Estoy en estas guarnecidas paredes compartiendo vecindad con una banda de palomas que, se marchó esta mañana y, sin previo aviso presumo, de una leve despedida. Ellas no me confesaron que este singular albergue ya, tenía sus inquilinos.
Esta forma de hablar, hizo que nuestro caballero andante se hubiese rodeado y con interés de toda esta grande familia que, en toda la vida de esta consanguinidad de generaciones, jamás les habían hablado con tal respeto alocado. Dicho sea de paso que haya un dicho hipérbole “más vivo que un gitano”
-¿Aquel caballo delgao es tuyo? ¿Y, cuando pensaba marcharse deste lugar?
-Ciertamente es mío, su delgadez obedece a las tristezas y alegrías compartidas, no están hechos los caminos de rosas, del cielo cae lluvia y granizo, el sol en su estación preferida calienta nuestros huesos, quemando nuestra piel al descubierto, los calabozos también se prestan como albergues no deseados. Decís de mi marcha, eso solo lo sabe el reloj que marca la hora de mi fortuna.
-Que tiene usted razón, que asines son nuestros caminos. ¡Neneeee!!!!! ¡deja tranquilo al pobre caballooooo que te va a dar una pataaa!!!
Los integrantes de dicha familia, de la sorpresa y entusiasmo pasaron al exceso de confianza, haciendo acopio del dominio de la superficie de aquella vieja nave, tanto que uno de aquellos gitanillos con una vara le dio por pinchar a Rocinante en su bajo vientre. Rocinante con la sabiduría de un maestro, acercósele su hocico al oído del gitanillo, y con voz baja muy clarita.
-Enano, date con esa vara en los huevecillos y verás como te crecen………
-¡Glup!!
El gitanillo, muy sorprendido no dio ningún crédito y, miró a su alrededor para ver si cerca había alguien más. A esa distancia, ni siquiera sus tíos y primos, hermanos era imposible que alguno de ellos, se haya pronunciado con aquel acento llano castellano.
Aquel niño, más que una coz, recibió una lección, tiempo le llevará cambiar el semblante de su cara. Corrió al encuentro de sus otros primos y hermanos forzando una risa para encubrir tal misterio. Mientras tanto los demás hicieron un hermoso fuego que poco a poco se fueron arrimando a el, acomodándose en unas sillas y, el resto en piedras. Todos escuchaban a D. Quijote, que en pié, narraba algunas de aquellas aventuras tiempos atrás, pero más que sus aventuras con Sancho, era su forma de contarlas y con el respeto que lo hacia a tan gratos contertulios. Uno de los yernos de patriarca gitano, se hizo el remolón y, encendiéndose un cigarrillo se puso en pié y allí donde horas antes había fijado su mirada, se acercó como el que no quiere la cosa, en un rincón estaban las armas oxidadas y armadura magullada de nuestro hidalgo. Más por el valor de su antigüedad que de su peso, este gitano había echo sus cálculos financieros en el rastro de Madrid y disponiéndose a coger lo que no es suyo, una vez más Rocinante acompañado en su montura, un conjunto de palomas superpuestas sobre si, aparentando una figura humana, caballo y jinete figurado se acercan sigilosos al presunto delincuente. Y, una vez más Rocinante.
-Pissssssssss, oye tú, ¡pero hombre! ¿Vas a vaciar a ese pobre hombre productivo, como hacen las empresas con los eres a sus trabajadores con su sueldo digno, para contratar a una mitad o tercio de jóvenes empleados con derechos a la baja?
Nada más decir esto Rocinante, las palomas en orden se fueron marchando deshaciendo la figura humana que hacia de jinete.
¡AH! ¡Perdone usted! Es que me gustan las antideguades, y ¡Eh!
Al ver tal fenómeno, las palpitaciones del adulto gitano hicieron que se tragara el cigarro y empezara a toser con tos carrasposa hasta que expulsó lo que fue un cigarro, dirigiéndose a la tertulia del hidalgo caballero, que disfrutaba como un enano contando sus aventuras. A todo esto que vino Sancho al lugar, ya entrada bien la noche.
-A la paz con todos ustedes, buena compañía tiene mi señor.
-Honorable familia es la que hoy me acompaña, ¿Qué buenas traes Sancho?
-Que el trabajo esta muy mal, que no puedo pagarme mis clases de baile y, he de pensado que podríamos ir a las recolecciones de las aceitunas, que bien nos vendrá.
-Cierto que tendríamos que probar fortuna una vez más, ahora me hayo distraído con esta numerosa familia, contándoles algunas de nuestras experiencias aventureras.
El patriarca de repente se acordó que en aquellas tierras andaluzas tenia parientes y, que bien les vendría buscar algún tajo de aceituna. Con lo cual decidió recoger y salir zumbando. El nieto gitanillo, el del percance insólito se abrazó al cuello de su abuelo comiéndoselo a besos. El yerno, el admirador de las antiguallas le dio por cantar una seguidilla bien acentuada. Fueron despedidos a la buena fortuna y, Nuestros caballeros quedaban haciendo planes de economía, Rocinante rumiaba algo de paja.
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