Como saltamontes en busca de su grano, como las cigarras que frotan sus alas, estos dos caminantes, medio perdidos, medio encontrados con ellos mismos, con las herraduras que protegen cascos y almas por tierras riojanas, aparecen por la localidad de San Millán de la Cogolla, concretamente en el monasterio de Suso. Donde según cuentan las leyendas, un monje ermitaño, de cuya localidad lleva el mismo nombre, parió nuestro castellano, parto que sin duda dio a luz después de los dolores, lo cual pudiera igualar a la mismísima Santa María, manteniéndose este singular monje, virgen después de concebir su hijo "el castellano".
-Que de valle mas bonito mi señor, se nos presenta en destas tierras.
-Sancho, la madre naturaleza que es generosa escribe sus propias caligrafías y dibujos en los surcos de la tierra.
-Si, mi señor, que tiene de generosa, que es la época de la recogida del rábano y rabanillos que de ricos están con unas buenas migas de pan y de sofríto del ajillo.
Como si del mismo medievo se tratase, estos intrépidos galopantes, aparcaron al singular pollino y a su inseparable Rocinante. Justo a la entrada del monasterio de Suso, donde en otros tiempos, el tal San Millán afinase las plumas de las soberanas gallinas y calamares en su tinta, para deleite de los castellanos-parlantes, máxime reunión que se haya denominado este lugar patrimonio de la humanidad. Dos monjes se dirigieron al encuentro de estos fantásticos caminantes.
-Muy buenos días tengan ustedes...¿Pero, no han leído el cartel anunciador que dice que está prohibido subir con automoviles y, que hay que hacerlo andando?
-Perdonen vuestras mercedes, que ande este caballo, o que ande su caballero andante, monte tanto, tanto monte como Isabel y Fernando, pues fieles mi caballo Rocinante y yo somos en el pensamiento...¿Y, de que orden o cofradia son ustedes que les venga tanto recelo?
-Somos los Agustinos de Recoletos...Servimos a dios cristo y a hombres de buena voluntad.
-Muestren esa buena voluntad a este caballero y su fiel escudero, resolvedores de entuertos, que la providencia se muestre generosa a sus necesidades para que se esgrimen en fuerza y la debilidad se aleje como el rabo del perro entre sus patas.
-¿Tienen hambre ustedes?
-Si, Agustinos, que mi señor se expresa en maneras y a mi la tripa en tormentas y nubarrones.
Aquellos monjes se quedaron impresionados, con las formas en expresión de este hidalgo caballero y, en compañía de Sancho su escudero. Camino a la despensa, estos dos monjes se preguntaban por separado si, aquello había sido una alucinación o aparición, como las innumerables apariciones marianas que ellos veneraban. Y dándoles unos bocadillos, Don Quijote y su escudero se alejaron dándole las gracias a este par de ermitaños.
-Mi señor, que de bocadillo de chorizo tan rico, que hace que me sienta agustín, que sea de muy buena recolecta los criados cerdos y que de ahí les venga el nombre de Agustinos de Recoletos.
-Sancho, se ha de perseguir el buen fin para justas causas, los nombres por si solos, no dan soluciones.
Entre dos luces aparecen en Logroño capital, plena celebración de semana santa "Jueves Santo". La "Calle Mayor" abarrotada a ambos lados de los portales, muy diferente a aquella otra película que con el mismo nombre de esta calle, aquí se rodó. Un cristo nazareno sobre una plataforma, una cruz llevaba a cuestas y demás adornos de corona con sus espinas y cara ensangrentada con mirada baja. Don Quijote y Sancho atravesaron por una calle paralela "Laurel" calle de tapeo que en ese momento estaba vacía. Adentraronse hasta la Calle Mayor en culla maresma protocolaria de autoridades y banda de música con sus ciudadanos expectantes, muy impresionado queda Don Quijote montado en su caballo, viendo a un señor sangrando en tal escenario.
-¡Sancho! ¡Que me pierdan los diablos! ¡cuan cobardes se muestran estas gentes y disfrutando de sus sufrimientos de un hombre atado soportando el peso de un madero!
-Hay, mi señor que de esto me huele mal, que son muchas gentes quienes lo consienten.
Hincando las espuelas Don Quijote a su amado rocín, se dirige hacia el hombre presumible indefenso, que al oír el estruendo de los gritos de este caballero, abrieron paso las gentes viendo lo que se les venia encima, dejando paso hacia la imagen del nazareno.
-¡¡¡COBARDES FARISEOS!!! ¡¡¡DETENED ESTE JUICIO, QUE JURO POR EL SOL NACIENTE CON VUESTRA SANGRE ADORNAR MI ESPADA!!!
Subiose de un brinco desde su caballo a esta plataforma y escenario con espada en mano. Un silencio sepulcral se produjo en ese instante.
-¡Buen señor! ¿De que os acusan estos infames silenciosos, que solo hablan con la música de su banda? ¿Que tan horrendo crimen habéis cometido, para que sacien sus iras con esas espinas y el peso de ese madero?
-Mi seeeeñor, desto me huele mal, baje se de ahí.
Don quijote, quitó parte de las espinas, clavandoseles algunas de ellas, intentó quitar el madero, pero una buena tornilleria se lo impedía y.
-¡¡¡Responde hombre de los sufrimientos, que os habéis quedado como una piedra!!!
-Mi señor, baje se de ahí, que ese señor está embalsamado, para que dure tiempo y no haya que reponerlo, no vaya usted mi señor a ser su sucesor.
El concejal de festejos no daba crédito a lo que veían sus ojos, igualmente el hermano cofrade quedando se para un largo tiempo perplejo. Mientras tanto la policía municipal de servicio, que mejor momento para demostrar su eficacia al mundo entero. Agarraron de los tobillos al hidalgo caballero, haciéndole caer en la plataforma o escenario, desde dicho escenario, lo tiraron al suelo sonando su armadura oxidada como las cace-roladas en plena crisis de la pampa, se vuelve a levantar, de nuevo le tiran al suelo, lo sacan a rastras de esa calle, Sancho les dice basta, que como un remolino, a el tambien le pilla en la refriega, sacados a un apartado, un coche patrulla los lleva a comisaria donde pasan en calabozo la noche.
-Ay, ay, mi señor, que ya le avisé de que me olia mal, que estas heridas que sufre mi señor, están en el numero de caídas y las porras agresivas, mas con las espinas de regalo que le regaló el hombre embalsamado.
-Digno y humano es Sancho, prestar auxilio al desfallecido, al inocente condenado...Muchos sufrieron en paredones, la cobardía de las masas, de los fariseos, de la ignorancia...Bla, bla, bla, blas.